AYUDA A JUANMA
Ahí va una vieja historia:
Un hombre cualquiera murió y de pronto se encontró en una inmensa playa junto a Dios. No, no es que al morir nos vamos todos a Mónsul (bastante masificada está ya), ni que el Señor frecuente calas nudistas (ay, pillín…), sino que este fulano se encontró entrevistándose personalmente con el Creador, contemplando ambos una extensa orilla.
Dios le explicó:
– ¿Ves esta playa? Pues es la historia de tu vida. Tu vida está reflejada en esa orilla que se pierde a lo lejos. ¿Ves los dos pares de huellas en la arena? Unas huellas son las tuyas, en tu caminar por la vida. Las otras que caminan constantemente al lado son las mías. Siempre estuve junto a ti.
Pero en esto que el finado playero observó que en ciertos tramos de la orilla, uno de los pares de huellas desaparecían, quedando las otras huellas caminando solas.
– ¿Y Tú dices que siempre anduviste a mi lado en la vida? ¿qué nunca me dejaste solo? ¿cómo puedes explicar entonces que yo caminara solo en muchas etapas de mi vida? ¿no ves acaso mis huellas caminando solas por la orilla?
Y Dios, que tendrá sus cosillas pero es comprensivo hasta el infinito, replicó dulcemente:
– Hijo mío… las huellas que caminan solas son las mías, cuando tuve que llevarte en brazos.
Hombre, al margen del careto que se te tiene que quedar si Dios te pega tal corte, la cuestión aquí es pensar cuántas veces, por puro egoísmo, autosuficiencia o por lo que sea pensamos que todo lo que tenemos nos lo debemos a nosotros mismos. Que somos la repera, que todo nos es merecido y que menos mal que regalamos nuestra existencia a este bello mundo, porque si no…
… pero ay, compadre, resulta que un día la vida te da tal hostia que te quedas con una cara que ni te lo crees todavía. Y a lo mejor un hijo al que ves sano y con vida, cubriéndote de besos y regalándote sonrisas gratis total, un día llega el de la bata blanca y te suelta que tiene Síndrome de Alexander y en una fracción de segundo piensas que los besos y las sonrisas se pueden ir al carajo en menos que canta un gallo (y no precisamente tres veces, que ya son muchas oportunidades).
Y entonces se te acabó el rollo “porque yo lo valgo”, y te das cuenta de lo miserable que puede ser esta esfera de tierra y agua, y que los virus, los bacilococos y los genes mutados no conocen ni a su padre ni se casan con nadie. ¿Y ahora qué hacemos, superhombre? Pues mirar justo al lado y ver que más allá de la frontera que delimita tu piel hay otras personas, amigos, conocidos, perfectos desconocidos y bloggers más o menos frikis en los que que ni la coraza de los cristales de sus gafas, el escudo de la pantalla de su ordenador, los musculos o el vello corporal resisten el rascar un poco y descubrir que todos temblamos cuando miramos a JUANMA a los ojitos de pícaro más malo que el hambre, que reflejan un “me voy a curar y os voy a enterrar a todos, cabroncetes” .
Lo único cierto de esta vida es que NOSOTROS existimos. Y seguro que más de una vez los pares de huellas que caminan solas son las personas que han tenido que llevarnos en brazos, que sujetarnos muy fuerte o que zarandearnos para darnos cuenta de muchos errores y muchas oportunidades. Y ésta es una de ellas.
La suya es la fetén, curarse. La nuestra, intentar ayudarle de mil maneras: con lo que más cuesta, que es sostenerle la mirada a Juanma sin ponernos colorados de vergüenza porque él sabe mucho más de nosotros que nosotros mismos. Con la que menos cuesta, con un poco de dinero. Y que yo sepa ninguna crisis sirve de excusa para no ayudar a alguien a seguir viviendo.
Llevemos en brazos a Juanma porque en el futuro, de una manera u otra, personas como él nos sostendrán a nosotros cuando más lo necesitemos.
P.D.: Para los amantes de las estadísticas, o de aquellos que piensen que un niño enfermo es una cifra más entre tantas otras personas enfermas, ahí va el único número que ahora merece la pena:
Nº cuenta Cajamar: 3058 0093 34272 0011 915
AYUDA A JUANMA