LAS ENFERMERAS NO SE TIRAN
Hombre, no me extraña, para qué engañarles. Tenía que pasar. Hace unos días, el doctor Pedro Cavadas ofreció a un periódico alicantino una entrevista en la que, con su habitual estilo directo –de esos que no se sirven de complementos circunstanciales para decir que a uno le pica un huevo-, el galeno afirmaba que no creía en la vocación, puesto que un niño, en
lugar de entender realmente en qué consiste ser médico, puede querer convertirse en uno influido por los tópicos que rodean a la profesión: llevar bata blanca, ganar pasta y tirarse a las enfermeras. Del mismo modo –opino yo- que querría ser policía para pegar tiros y matar ladrones, o bombero para salvar vidas como quien va a comprar el pan a diario, ¿les suena? En otras palabras: ser un verdadero profesional no se basa en tópicos y visiones chiripitifláuticas del mundo, sino que la realidad es otra: aplicar la cultura del esfuerzo y ponerse a trabajar.
Pero como no podía ser de otra manera, poco han tardado las asociaciones profesionales sanitarias (más en concreto, sus secciones femeninas de vigilancia moral) en montar en cólera y rugir escupiendo espumarajos acusándole de calificar a las enfermeras de concubinas, lo que en mi pueblo –y me parece que en el de ustedes- viene a significar putas, simple y llanamente. En la misma entrevista, el doctor Cavadas dice que mucha gente prefiere la empresa pública porque puedes hacer el vago y te pagan igual, lo cual dice poco en contra de los buenos profesionales que abundan en ese sector y mucho de los caraduras que pueblan el mercado laboral y al mismo tiempo se amparan impunemente en el blindaje que Mamá Administración les ofrece. Pues nada, también a la hoguera.
Les juro que me equivoqué. Pensaba que demasiadas personas carecen de comprensión lectora, pero ahora me doy cuenta de que fallan en comprensión de la realidad. Y da igual lo mucho que elaboremos una afirmación, la saturemos de matices o intentemos ser tan pulcros que absolutamente nadie pueda malinterpretarnos. Como decía aquella frase: no se preocupen, alguien lo hará. ¿Recuerdan aquél artículo que titulé “Jamonas y gilipollas”? Todavía recuerdo un par de correos electrónicos tildándome de machista. Cuando el feminismo voraz, el corporativismo mal entendido y la estupidez congénita se dan la mano, el resultado es éste: personas y colectivos más esforzados en indignarse por las palabras e ideas mal entendidas de un señor que en solucionar los terribles errores del sistema que los sustenta. En definitiva, las cosas que Pedro Cavadas afirma pueden ser discutidas, pero me temo que parecen, huelen y saben a verdad. Otra cosa es que nos fastidie averiguar que en la vida real los Reyes Magos son los padres o que las cornamentas no sólo se cuelgan en la pared. Pero como dicen en mi tierra: lo que éh, éh.
Como el cirujano che también confesó que no concibe su especialidad como un reto porque “eso es más propio de montañeros o paracaidistas, que hacen cosas innecesarias”, le sugiero que vaya preparando otra carta de disculpa en respuesta al indignadísimo escrito de la Federación Española de Montañeras y Montañeros o el de la Asociación Profesional de Paracaidistas y Paracaidistos, que también preguntarán qué hay de lo suyo. En lo que a mí respecta, si la vida me impone el reto de recuperar mi cara o mis piernas, prefiero mil veces al diabólico y misógino doctor Cavadas. Otros y otras que yo me sé pueden ir metiéndose el K2 y el Naranjo de Bulnes por donde les quepa.
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