BREVE INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA
La tarde se presenta fresca, y apenas unos tímidos resquicios de luz rompen el techo de nubes grises que cubren Palma de Mallorca, un día cualquiera de finales de febrero. Con el trabajo finalizado, el rugir del mar que barre tormentoso la orilla del paseo marítimo me sugiere recorrerlo antes de despedirme al día siguiente de la capital palmesana. Sobre el fondo plomizo se recorta, altiva, la magnifica Catedral, y a su lado, fortificado y humilde, el Palacio de la Almudaina.
Nada resulta más gratificante que encontrarse con un amigo en aquellos lugares donde menos cabría esperarlo. Esta víspera, Palma son miles de personas con rutas más o menos fijadas, y sin embargo, mi rumbo y el de Victoria han venido a converger justo en este preciso lugar y momento. Superada la inicial sorpresa, aunque matizada porque de sobra sé que ella tiene fijada su residencia en la isla desde hace unos ocho años, nos abrazamos con la intensidad de dos personas que se quieren y hablamos de todo lo que hemos cambiado, y de que por esa misma razón seguimos igual. Victoria es economista, y además de eso, buena amiga, culta y guapa. Con el torrente de novedades nos alcanza el anochecer, y decidimos prolongar el encuentro con una cena. A unos cientos de metros, sobre el muelle de Levante, el Restaurante Varadero nos resulta una opción apetecible. Nos encaminamos sin interrumpir la charla, y una vez sentados, acomodamos la conversación entre vegetales, carne y los reflejos de un Muga Crianza.
Victoria trabaja en una importante consultoría, y me hace el enorme favor de no contarme nada de los entresijos de su actividad, conocedora de mi completa ignorancia en cuestiones económicas. Prefiere no amargarme la noche con análisis más o menos realistas de una crisis cuya profundidad todos intuimos, pero muy pocos se atreven a pronunciar. Ardet, nec consumitur.
En ese contexto, saco el paquete de pañuelos y le lloro un poco. Hilvano obviedades sobre congelaciones de sueldo, nóminas con un IRPF criminal, mi hipoteca sumada a un alquiler y el consabido cabreo por el cobro de comisiones de mi banco. En ello estamos cuando el vino va mermando, y con él, nuestra sincera cortesía. Victoria se me antoja entonces como lo que es, una mujer joven, independiente, con un fino sentido de la ironía que llega hasta la mordacidad más deliciosa cuando la ocasión lo requiere. Aparto despacio unos geranios sobre el alféizar de la ventana y le señalo la negritud del mar, que lejos de calmarse brama con más fuerza. Y en ese momento se nos revela como una certeza absoluta que España no termina en el Mediterráneo, y que si nos lanzáramos al mar y nadáramos con el rumbo correcto, acabaríamos por divisar el Cabo de Gata, y bordeándolo, arribaríamos a nuestra querida Almería. Sobre el mantel se derraman entonces recuerdos del Cerro de San Cristóbal, la muralla del Jayrán y la Alcazaba, saludando nuestros cuerpos fríos y empapados. El Cable inglés, refugio de furtivos baños y primeros besos en las noches de verano con olor a sardinas. Críos que recorren la Rambla sin reparar en el Instituto Celia Viñas, que aunque hoy representa su futuro como niños, mañana constituirá su pasado como hombres, formados y agradecidos a los profesores que procuraron que la letra con cariño entrara, o que despertaron las tediosas tardes de primavera narrándonos como Al-Mutasim, el Rey Poeta, ante el asedio de la ciudad agonizaba concluyendo “Todo ha sido duro para mí, hasta la muerte”. Y la cruz solitaria de la Iglesia de San José, como una luz certera y constante que no llegó a consolidar mis creencias, pero fue el germen de mi fe inquebrantable en mi familia y en quienes me dieron la vida. Las aceras pegajosas, el “ehto qué eh lo que eh”, lo bello transfigurado en “bonico” y el corazón del Mediterráneo latiendo en el pecho de quien echa de menos el salitre del Zapillo en sus pulmones.
Victoria y yo nos miramos, y excusamos una lágrima por los efluvios del vino. Pedimos la cuenta, y cuando me dispongo a pagar, pregunta con sorna “¿Con esta crisis y lo que me has contado vas a malgastar tu dinero?”.
Se me escapa una carcajada, la miro fijamente y respondo que yo no sé nada sobre activos de inversiones, recortes presupuestarios o el índice IBEX-35. Pero esta fría noche de febrero, junto al Mare Nostrum, he cenado con una amiga con quien comparto secretas debilidades e inquietudes, reflejados en el calor de nuestras raíces hemos recorrido mi eterna Almería de punta a punta, y los guijarros que cubren el polvo de sus caminos son los imborrables y mudos testigos de mi corazón repartido por todos y cada uno de sus rincones.
Y esa, Victoria, ha sido la mejor inversión de mi vida.
Ni la peor de las crisis, ni la distancia mas grande podrá borrar de nuestra memoria todos esos bonitos recuerdos que tenemos de nuestra querida tierra, porque la llevamos en el corazón y añoramos todo lo que en ella vivimos, las personas tan queridas que dejamos, recuerdos de la infancia, y parte de lo que somos hoy en día lo hicimos y forjamos en nuestro pequeño terruño…algunos ya no tenemos una tierra querida sino varias, y es una bendición….la que nos dá el viajar y el tener la oportunidad de vivir en un país que no es el nuestro, pero que lo quieres de una manera diferente por todo lo que en el aprendemos, por todo lo que nos engrandece y enriquece esta bella experiencia que en mi caso particular ha sido maravillosa.
Aunque eso si a mi Cartagena bella no la destrona nada ni nadie :D.
Bonita nota, como todas las anteriores, besos y una muy sincera felicitación de mi parte!