PALADAS DE ARENA
Las palabras pueden ser un instrumento para expresar las cosas dulcemente. Cuidadosamente se escogen, se tallan hasta el detalle y por último se disponen de la manera más oportuna hasta lograr el efecto deseado. Pero también son un arma que sirve para llamar a las cosas por su nombre, y así es como el cuerpo me pide utilizarlas hoy.
Sitúense. Ahora resulta que todos, desde el matón de Europa del Este con ínfulas de portero hasta el consejero de turno, se han vuelto unos expertos en seguridad de grandes acontecimientos. Repentino e infalible diploma obtenido al parecer en la misma academia a la que acudieron los indignados chavalotes que ahora se pasean sorbiéndose los mocos por todas las televisiones, protestando porque los machacas revestidos de la autoridad que les confería un chaleco reflectante del mismo tipo que yo guardo en la guantera del coche no les pedían la documentación ni les registraban las pertenencias. Habrase visto mayor muestra de desvergüenza y dejadez por parte de tan cualificados profesionales respecto a esos honrados jóvenes que siempre y sin excepción, en cualquier macrofiesta, aguardan, dóciles y pacientes, formando unas colas tan perfectas que son la envidia del régimen norcoreano, siempre identificados con su pertinente Documento Nacional de Identidad en la boca y mostrando sus bolsos y mochilas con el ruego, educado pero enérgico, de que el fosforito gorila las mire a fondo y sin dilaciones, no vaya a ser que sin darse cuenta porten un arma o instrumento peligroso cuya existencia no conocen más que de lejos, si acaso de alguna película para mayores de edad. Del polvito de la risa ya ni hablamos, faltaría más. Todo el mundo sabe, inocentes papis incluidos, que son otros –normalmente los amigotes del niño, que no son sanos ni de fiar- los que en cualquier descuido encestan con efecto parábola sabe Dios qué pastillita en su coca cola para luego descojonarse observando los efectos y mostrarle a la mañana siguiente los videos de sus inconscientes hazañas. Eso si el zagal no los descubre por sí mismo convenientemente colgaditos y comentados en internet.
Venga ya, hipócritas. Ni unos ni otros. Ni antes ni ahora. Como siempre, en España se reacciona mal y a destiempo, cada cual desde donde corresponda. Mesa camilla o poltrona, según se trate de ciudadano o casta política. Desde que a nuestros padres aún no les había crecido la pelusilla se han celebrado fiestas en las que la presencia de alcohol, el exceso de aforo y el matonismo de seguratas aficionados han brillado tanto como la ausencia de seguridad, de conocimientos y de supervisión por parte de unos organizadores que se han llenado los bolsillos en la absurda creencia de que nunca pasaría nada y con la criminal certeza de que, en caso de pasara, siempre habría a quien echarle la culpa.
Tema aparte son los políticos. Ni uno se salva. Los responsables, que por mirar para otro lado no se han dado cuenta de que cualquier macro evento es una bomba de relojería que, más temprano que tarde, todos los implicados se la pasan de mano en mano disimulando –sólo les falta silbar, maldita sea-, a ver si con suerte le estalla al panoli de turno, haciendo gala de una patente inutilidad que ni la legión de asesores pagados que siempre les acompañan en sumisa formación son capaces de solventar si no es a las bravas y legislando tarde y mal (se rumorea que para evitar futuras muertes de jóvenes en las macrofiestas, la Comunidad de Madrid se está planteando prohibir los jóvenes). Y por supuesto la oposición, por el ansia desvergonzada de utilizar un drama de este calibre para lograr lo único que les importa: dimisión del gobierno y escalada al poder, no vaya a ser que la próxima vez lo hagan mejor.
Legislación hay de sobra. Planes, procedimientos y protocolos de emergencias y evacuación, ni les cuento. Y profesionales formados y con experiencia para este tipo de casos, también. Pero siempre resulta más chachi el palmeo entre políticos y empresarios, el hoy por ti y mañana por mí, una seguridad deficiente con una vista e inteligencia directamente proporcionales a la longitud del corte de pelo que lucen los que la ejercen y una hipocresía a prueba de latigazos entre los mismos chavales que ahora protestan cuando sólo días antes montaban el pollo, de la mano de papi y mami, si a la policía fascista y represora se les ocurría darles las buenas noches cuando estaban reunidos en santa botellona.
La próxima vez entérense de qué va la vaina. Comiencen por educar a los ciudadanos, adultos y jóvenes, en cosas tan simples como deberes además de derechos y, más tarde, si les queda tiempo, coloquen en la pirámide de chupópteros al menos a quien le suene ligeramente lo que es la seguridad en sus distintas facetas de prevención y reacción. Así podrán evitarse futuras tragedias y ninguna personalidad tendrá que sumergirse en las aguas de un spa para evitar escuchar las últimas paladas de arena sobre los ataúdes, insoportablemente tempranos, de cinco niñas inocentes cuya sola intención fue la de ir a una fiesta inspirada en la muerte sin saber que sus entradas eran en primera fila.
El último párrafo es fantástico, sencillamente.
Medios de comunicación que hacen carnaza de algo tan serio como es la muerte, políticos que eluden y dirigen convenientemente responsabilidades… (moviendo, porqué no, sus hilos desde esos medios de comunicación) Tienes razón, no es nuevo. Ha pasado siempre. En este país las reaciones siempre llegan a destiempo y siempre son tímidas y cobardes. Para muestra, otro tema muy de actualidad: los desahucios.
Un saludo.
Lamento la inexcusable tardanza, Rober. Procuraré que no vuelva a suceder. Sobre este tema, en el país de la mediocridad, donde la gente no sólo hace gala de sus defectos y errores sino que se enorgullece de ellos y considera que les hace estar por encima de los demás, la única y pobre esperanza que podemos albergar es que unos pocos aprendan de los errores y algo así no vuelva a suceder. Pero, ¿por qué será que no albergo ninguna confianza en ello?
Una radiografía radicalmente certera. Un espantoso y perverso circo mediático que se ha montado en torno a la trágica realidad que nunca debería haber pasado, que es la muerte de 5 jóvenes con toda una vida de sueños por cumplir. Y lo más triste es que ni la conciencia de los que han tenido responsabilidad en ello va a cumplir condena. Porque no tienen conciencia, nadie se ha parado ni un minuto en asumir su culpa, sólo en echársela al otro.
La conciencia es algo que, además de lo que cada uno guarde en su mochila personal, también se aprende con la cultura, la educación y el respeto, materias que hace tiempo dejé de observar en las adaptaciones curriculares de los planes educativos.
Buena crítica, Rudo. Indignante o no, el hecho es que cinco cuerpos yacen bajo esas paladas de arena. Ya nada les devolverá la vida.
Para mí, lo que importa no es cuándo y a quién pondrá la Justicia en prisión. Lo que veo es que aún no estamos preparados para evitar catástrofes de este calibre y, mientras no lo estemos, volverán a suceder.
Como bien dices, todos debemos ser conscientes de nuestros derechos y deberes, pero todos sabemos que siempre habrá ovejas descarriadas. Dejemos que la Justicia siga su camino y que las familias lloren en la intimidad.
Si alguien conoce el modo de evitar futuras desgracias de este tipo, que ponga manos a la obra y no ceje en su empeño.
Créeme querida Yolanda, hay muchísima gente que sabe, entiende y domina temas de seguridad. Pero en España nos puede el complejo -no vaya a ser que nos llamen fachas o estrictos-, el amiguismo -ahí están las hemerotecas que reflejan las íntimas relaciones entre empresario y político-, y el mirar para otro lado y alejarse silbando cuando ya no nos queda otro remedio que llorar a nuestros muertos, como tú bien dices, en el miserable consuelo de la intimidad.
Me ha encantado como describes lo que realmente pasa en España..que es gobernada por la hipocresía, falsedad, egoísmo y como siempre..hasta que no pasa nada o como siempre le toca al otro y nunca a mi..es vergonzoso el futuro que dejamos, porque el presente es muy triste y el pasado..mejor ni nombrarlo..y en unos meses..todo olvidado..
Aunque cierta desesperanza y falta de confianza en el futuro son muy propias de casi todas las sociedades, tal vez hoy en día, con la profusión de informaciones y el fácil acceso que tenemos a ellas, ese sentimiento que tú reflejas se ha acentuado. Porque aunque los logros se transmiten a toda velocidad, también la desvergüenza y el fracaso tocan a nuestra puerta sin darnos tiempo a terminar de asumir una desgracia anterior.
Muy bueno Rubén. Lástima que esta bola nunca se detenga, que los culpables, unos y otros nunca lleguen a asumir su responsabilidad. Miramos para otro lado a la espera de que las aguas vuelvan a su cauce, hasta que el morbo por las muertes cese, hasta que haya un partido de fútbol importante, un derbi, o tengamos que planear las siguientes vacaciones… así se acaban todas las historias. Desgraciadamente somos peor que bestias.
En muchas ocasiones, cuando trato de explicar a alguien mi forma de ver a la sociedad me viene a la mente parte del discurso que hizo Martin Niemöller y que dice:
Primero se llevaron a los comunistas, pero a mi no me importó porque yo no lo era; enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era, después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista; luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó; ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde.
Pues eso… vivimos demasiado preocupados por el «yo»… y cuando nos damos cuenta de que sin el «nosotros» esto no funciona, ya suele ser demasiado tarde.
¿Has visto últimamente a alguien que meta la pata, lo mismo al cruzar indebidamente y casi provocar su propia muerte que al diagnosticar erroneamente a un paciente, que reconozca su error y lo reconozca? Yo no, la verdad. Como decía aquel grupo juvenil «no está de moda». El yo, mi, me, conmigo es una errónea luz que guía demasiados de nuestros actos.
Suscribo lo que decía el primer comentario: el último párrafo está para enmarcarlo.
Gracias por tu lectura y por la crítica. No obstante, dada tu capacidad para la lectura y la escritura, estoy preparado también para cuando llegan las negativas, jeje. Un abrazo, Rododendro.