CON INDEPENDENCIA DE MIS MANÍAS
Puede que yo sea un maniático pero con ciertas cosas pasa como cuando intentas escribir y de pronto te das cuenta de que hay algo fuera de lugar en el despacho. Un lapicero movido, un libro rompiendo la formación en la estantería,… detalles que provocan una mirada insistente hacia el foco del desbarajuste y que impiden la concentración sobre el folio que iba llenándose de palabras. Justamente eso es lo que ocurre con la actualidad. Hay días en que se cuela a mi lado y me mete el dedo en el ojo de modo que entonces comprendo lo que Fito proclama en una de sus canciones: no siempre lo urgente es lo importante. Esta es una de esas mañanas en que a mi presión arterial, a mi hígado y hasta a mi conciencia les compensa mucho más escupir la bilis que avanzar en un capítulo.
Lo estoy viendo en la confortable tranquilidad de su casa, o de su oficina. Notando cómo el sudor enervado iba calando bajo las mangas cortas de su camisa de marca, enfriándose al contacto con el aire de sus brazos alzados sobre el teclado. Clac, clac. Tecleando letra tras letra, palabra a palabra. “Catalanes de mierda”, escribió el colega. Tan seguro de lo imprescindible de su cargo como Director Adjunto del Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España -ahí es nada; imaginen ahora la cantidad de subdirectores, secretarios, subsecretarios y allegados varios que poblarán el cortijo- que no reparó en que en España no se puede ser ni sincero ni mucho menos valiente. Intro. O Enter, o al carajo, qué se yo. La cosa es que el exabrupto tuitero ahí quedó, como un cebo calentito y sangriento esperando a que la legión de alimañas que pueblan el mundo de la corrección política acudieran ansiosas a morderlo, felicitándose por haber descubierto a alguien más -la lista es interminable- cuya publicitada mediocridad había logrado hacer pasar inadvertida la suya propia.
Lo que vino a continuación ya lo saben. Ojos en blanco, golpes de pecho y victimismo oportunista. Carpetazo al asunto, cese del susodicho -no se preocupen, será por directores adjuntos del Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España…- y aquí paz y después nacionalismo. Ni una palabra, ni un comentario, ni un solo posicionamiento cabal y sereno de nuestros gobernantes para cuestionar a quienes aprovechan cada ocasión para faltar al respeto y burlarse de símbolos que representan a millones de personas, catalanes incluidos. Ni una advertencia destinada a aquellos que sistemáticamente alteran el orden público y provocan la indignación del resto de participantes, contribuyendo a que el odio y la brecha vayan aumentando día tras día sin razón lógica alguna. En esta ocasión, incluso los deportistas, tan habitualmente tibios y equidistantes ellos, han manifestado públicamente su monumental cabreo por la pitada al Himno Nacional. Y eso ya significa algo. Significa que cada vez más gente se está dando cuenta de que los pueblos son lo que son porque poseen identidad, no por querer aplastar la de los demás. Significa que tal vez en algún rinconcito de un despacho enmoquetado alguien se está planteando así, por lo bajini y disimuladamente, no volver a celebrar ningún otro evento nacional en esa comunidad autónoma. No ofrendarles más los puestos de trabajo que proporciona la organización de los actos, ni la pasta que los turistas y visitantes se dejan para acudir a un lugar donde se sienten despreciados por una panda de mentecatos que han hecho de la queja, del lloriqueo, de la acusación infundada y de la invención de un conflicto sus principales señas de identidad. Y todo con la connivencia de insoportables palmeros como la tal Carme Chacón, que ahora va exigiendo disculpas por Twitter en nombre de la “plural sociedad catalana”. La pitada no la critica, y tampoco se las exigió en su día al inefable Rubianes cuando lo de “Puta España” en pos, precisamente, de esa misma pluralidad que argumenta. Claro que así le va. Pero ya empiezo a desvariar. Esperar sabiduría e imparcialidad de quienes viven justo de lo contrario me hace recordar que ya es hora de volver a refugiarme en mi novela.